Realidades de una confrontación física real

Existen muchos mitos dentro de las artes marciales y métodos de defensa personal en general que en ocasiones hacen que la gente tenga creencias erróneas sobre lo que funciona y lo que no cuando se trata de proteger tu vida.

Yo amo a las artes marciales y he practicado interrumpidamente por más de 20 años varios estilos y aún hoy día sigo entrenando, pero tengo muy en claro que son muy pocas las técnicas que funcionarían en una situación real por más que muchos maestros digan lo contrario. La experiencia y la investigación de la realidad desde hace más de 10 años me dice lo contrario, por mas que no quiera.

Por lo tanto, no escribo este artículo para desprestigiar las artes marciales o métodos de defensa personal, sino para discutir y proponer otra metodología de enseñanza y entrenamiento para lo que a defensa personal exclusivamente se refiere. No es mi intención convencerte de nada, sino explicarte porqué pienso lo que pienso.

En primer lugar, una pelea real es lo más antiestético que existe. Las técnicas que funcionan no son las más bellas. Esto se ve claramente cuando se realiza un entrenamiento con contacto total y sin reglas (con las protecciones adecuadas). Los peleadores rápidamente se olvidan de las patadas con giro, las técnicas con salto, los lances complicados y las llaves de muñeca, por nombrar algunas técnicas. Basta con ver los torneos de peleas “sin reglas” (en realidad, algunas reglas existen) tan populares en la actualidad para darse cuenta de esta realidad. Y créeme que los que compiten son personas que entrenan 3 o 4 horas por días, saben pegar fuerte y la mayoría está por arriba de los 80 kilos de peso. ¿Por qué razón entonces nadie realiza ninguna técnica acrobática ni demasiado complicada y se dedican mayormente a lanzar golpes de puño, patadas básicas, derribos simples, forcejeos, y a revolcarse durante minutos por el suelo?

En el entrenamiento real habitualmente no se toma en cuenta la influencia de las emociones (miedo) en una situación real de violencia. La adrenalina y el nerviosismo del momento harán que tu cerebro pierda capacidad de recordar movimientos complicados. De pronto afloran los instintos y las habilidades motoras simples. Son millones de años de evolución que difícilmente sean modificados en 20, 30 o 100 años. Y si uno no incorpora de alguna u otra manera las emociones en el entrenamiento, es probable que el fantasma tan temido del “bloqueo mental” aparezca cuando haya que utilizar las habilidades en un hecho real. El control y el entendimiento de los aspectos psico-emocionales son mucho más importantes que saber tirar un golpe. Sin embargo, nunca o casi nunca se incorporan estos aspectos en un entrenamiento de defensa personal, y por lo tanto, se trabaja en forma parcial.

En una confrontación física real no hay preparación. No es como un torneo o una pelea de boxeo donde los peleadores saben con un mes de anticipación quién será su rival, lo estudian y entrenan todos los días para prepararse para ese evento. La realidad ocurre cuando uno menos se lo espera y bajo las condiciones más incómodas, y habitualmente uno no conoce a su rival. Por lo tanto, la incertidumbre cumple un rol crítico y mucha gente no se siente cómoda bajo la misma.

No existe consentimiento sobre cómo se peleará. En más, nunca sabrás si el oponente lanzará un golpe, ni cuándo lo lanzará, ni qué golpe, ni cuántos. Por lo tanto, me causa gracia cuando veo a un instructor que le dice a sus alumnos que le lancen un “golpe de puño frontal con mano derecha a la zona del pecho” y luego el instructor le toma por el brazo y le hace la técnica más bonita que existe finalizando su defensa de una manera triunfal. No existe ningún mérito en defenderse de un golpe que sabes precisamente cuándo y cómo vendrá. Pero el espectador poco entrenado cae fácilmente en la ilusión sin darse cuenta que el consentimiento entre peleadores está ocultando la más cruda realidad. Hasta la técnica más rebuscada funcionará cuando hay consentimiento.

Tampoco existe un árbitro que detenga el combate si uno cae al suelo o si ha recibido un golpe fuerte. En la realidad no hay reglas. Y aceptar esto puede hacer que más de una persona entre en pánico cuando este en las puertas de una pelea real. Del mismo modo, no existe el respeto ni los peleadores se saludan previamente al combate.

Si la confrontación física no se resuelve en los primeros dos o tres segundos, existe una alta probabilidad que los peleadores caigan al suelo y el combate continúe desde allí. Mayormente porque al llegar al combate cuerpo a cuerpo, la tendencia suele ser forcejear y tironear de la ropa, y muy poca gente entrena a ser letal y efectivo en esa distancia tan crítica.

Cuando la pelea continúa más de dos o tres segundos, se requiere un estado físico excepcional para seguir combatiendo. Pelear cansa. Y la adrenalina dura solo unos pocos segundos. Por lo tanto, más vale que seas capaz de finalizar la confrontación de inmediato o se complicará enormemente tus posibilidades de sobrevivir, más aún frente a más de un oponente.

Todas las técnicas y artes marciales funcionan a la perfección cuando el oponente coopera. Pero cuando la cooperación es inexistente y el oponente realmente está pensando en lastimarte seriamente, la mayoría de las técnicas no funcionan en la realidad. Y en la calle no existe la cooperación. Como siempre le digo a mis alumnos: nunca nadie se va a dejar golpear ni doblar el brazo, porque a nadie le gusta ser golpeado y va a tratar de lastimarte seriamente si lo intentas. Entonces, practicar siempre con cooperación puede ocultar la realidad de la violencia y llevarte a cometer errores tal vez fatales cuando tengas que utilizarlo en un hecho de violencia.

En una pelea real pueden ocurrir decenas de errores inesperados. Uno no esta combatiendo en un gimnasio preparado para tal fin, sino en un lugar donde el suelo es resbaladizo, donde hay muchos objetos y muebles con los cuales golpearse y tropezarse, donde hay piedras, vidrios… y lo más importante… el oponente suele tener amigos que no dudarán en ayudarlo. Si uno no incluye estos errores en el entrenamiento y en cambio cada vez que un alumno se resbala se detiene la pelea, entonces cuando se vea en una situación real y le ocurra la misma desgracia posiblemente no sobreviva al no saber como resolver el error.

Finalmente, la gran mayoría de las técnicas que se creen tal letales, no lo son cuando llega el momento de aplicarlas en la realidad. El cuerpo humano puede resistir una gran cantidad de daño. Y más aún si la pelea es con un peleador callejero que sabe pelear, sabe aguantarse golpes, está adrenalizado y peor todavía, está bajo efectos de narcóticos. Derribar a un individuo de un sólo golpe no se da con tanta frecuencia como se cree, ni golpear a los genitales no siempre te asegura que logres incapacitar a tu atacante.

No hay necesidad de creerme en todo esto. Si realmente tienes dudas sobre lo expresado en este artículo, haz la prueba tu mismo. Como exprese anteriormente, no escribo este artículo porque me gusta estar en contra de las artes marciales, sino porque es mi obligación como instructor de defensa personal real darte a conocer las conclusiones de años de investigar una sola cosa: como protegerse de la violencia real.

Si tienes dudas y deseas probarme lo contrario a lo escrito en esta nota, sería un placer escuchar o leer tu versión. Pero antes cómprate unas protecciones adecuadas (cabezal, guantes, protector bucal, protector inguinal, codera, rodillera, etc.), y pelea con algún compañero de entrenamiento, sin reglas, sin consentimiento, sin cooperación y en algún lugar que no sea un gimnasio, como por ejemplo, adentro de un baño, en una escalera, en una habitación de tamaño reducido, sobre suelo mojado, etc. Peleen con contacto pleno. Incluyan las emociones y el diálogo previo al entrenamiento. Grítense, empújense, escúpanse, traten realmente de golpearse uno al otro inclusive “haciendo trampa” (en realidad no es trampa porque no hay reglas). Incluyan la posibilidad de incorporar alguna arma u objeto del entorno durante la confrontación. Créeme que con dos o tres sesiones de entrenamiento de esta clase, enseguida aflorará la realidad y habrás dado tu primer gran paso dentro del entrenamiento real en defensa personal.

Lic. Marcos Castro

El único verdadero “secreto” de la defensa física

En verdad no existen secretos en Defensa Personal. Tampoco recetas infalibles. No hay nada que te garantice el 100% de seguridad.

Durante una situación real de violencia existen una gran cantidad de factores externos, variables no controlables en el momento, que pueden hacer que hoy sobrevivas y mañana no. Desde las características del entorno, pasando por las características concretas del atacante, así como tu estado de ánimo y control psico-emocional. Todo influye en que el concepto, técnica o táctica a aplicar pueda tener éxito o no en la vida real.

La experiencia investigando y desarrollando el método SPAD ® de defensa personal, me ha llevado a descubrir sólo una táctica que puedo asegurar que funciona más o menos bien en casi cualquier situación, y que tiene una alta probabilidad de éxito. Tal vez sea el único verdadero secreto de la defensa física. Me refiero a: TOMAR LA INICIATIVA.

Cualquier persona que investigue con seriedad la realidad de la violencia física, llegará tarde o temprano a la misma conclusión. Desde el momento en que permitimos que el delincuente o atacante nos gane de mano y ataque primero, sea golpeándonos, disparándonos, o apuñalándonos, no hay absolutamente ninguna garantía que luego seamos capaces de revertir la situación.

Habremos entrado en una nube gris. Todo puede ocurrir. Un golpe con verdaderas intenciones es rápido, engañoso, y peor aún, el atacante no nos dirá ni cuándo, ni cómo ni adónde nos golpeará. Cualquier respuesta (técnica) predefinida tiene altas probabilidades de fallar, porque por definición, una respuesta predefinida sirve para responder a un ataque predefinido. Y no existen ataques predefinidos en la vida real.

Cuando uno investiga en serio, y prueba una a una las técnicas, con contacto real, sin consentimiento del atacante sobre cuándo, adónde, y cuántos golpes lanzará, con velocidad y potencia, se da cuenta de que es una locura esperar a que el atacante lance el primer golpe para recién luego protegernos. Y ni hablar si estamos hablando de un atacante armado.

De todas maneras, para poder aplicar este “secreto”, son necesarias al menos tres cosas muy importantes que nosotros enseñamos en todos nuestros cursos.

En primer lugar, identificar los límites durante una negociación, para saber cuándo actuar.

Luego, tener la capacidad de que nuestra ofensiva alcance para finalizar la situación o por lo menos escapar. Esto significa no dejarle al atacante una oportunidad para contragolpear.

Y finalmente, tener en cuenta los aspectos legales para no terminar tras las rejas en nuestro intento de protegernos.

El instructor de defensa personal que la primera clase enseñe a bloquear un golpe antes de enseñar a tomar la iniciativa, está cometiendo un grave error que puede costarle la vida a su alumno, y es señal de la falta de experiencia real (o criterio real) en situaciones reales de violencia.

Lic. Marcos Castro

¿El más fuerte tiene la ventaja?

Esta es una de las preguntas más frecuentes de aquellas personas que se inician en el camino de aprender a protegerse de la violencia.

Y para ser sincero, la fuerza es uno de los factores que más puede influir en el desenlace de una confrontación física real, por más que muchos digan lo contrario.

Sin embargo, esto no significa que no sea posible defenderse físicamente de alguien más corpulento, sino que hay tener algunas consideraciones en cuenta.

Si le planteamos un combate mano a mano, tendremos mayores chances de perder, excepto que seamos muy buenos y no comentamos el más mínimo error.

Los individuos más fuertes tienen, en general, mayor resistencia a golpes, y conjuntamente, pueden desarrollar más potencia por golpe. Uno solo puede bastar para dejar fuera de combate a un individuo más pequeño, lo cual generalmente no se da en forma contraria.

Contra alguien corpulento, se reducen las zonas vulnerables accesibles que realmente puedan hacerle algún daño. En cambio, el más grande puede golpear casi en cualquier lado y generará un efecto importante en su oponente.

Por lo tanto, el más pequeño debe tener mayor precisión, velocidad y buenos desplazamientos para poder llegar a zonas vulnerables que puedan inclinar la balanza a su favor.

Por último, y sin ser menos importante, el más grande tiene a su ventaja el factor intimidación.

En cuanto a desventajas, podríamos decir que poseen algunas que provienen de cuestiones físicas y otras de cuestiones psicológicas.

Desde un punto de vista puramente físico, la gente más grande suele ser más lenta, más torpe y menos ágil que un individuo más pequeño.

Desde un punto de vista psicológico, suelen tener mucha dependencia de su gran fuerza y basar todas sus tácticas en ella. Y suelen confiarse y olvidar que hay zonas del cuerpo que por más grande que uno sea no se pueden fortalecer.

Entonces, ¿que puede hacer una persona más pequeña para protegerse con éxito? En primer lugar, no plantearle un combate mano a mano. Es decir, no darle la oportunidad para que el grandulón pueda atacar. Es fundamental la sorpresa, ser más vivo que él y no cometer ni el más mínimo error. Los desplazamientos rápidos pueden ser desequilibrantes. Saber dónde golpear y tener la suficiente precisión para acertar en el blanco es fundamental.

El tamaño importa y mucho, pero no necesariamente es requisito suficiente para garantizarse la superioridad en una confrontación física real.

Lic. Marcos Castro

¡Vengan de a uno!

Protegerse físicamente frente a un solo criminal, ya es algo muy complicado y riesgoso. Multiplica ese riesgo por varias personas, y caerás en la realidad de que tal vez sea imposible protegerse contra varias personas al mismo tiempo.

Defenderse contra más de un atacante no es como en las películas. Los criminales no hacen fila para golpearte de a uno. Una situación real de esta naturaleza es más como cientos de abejas atacando a la vez. Y por una cuestión natural del ser humano, es imposible bloquear cuatro, seis, ocho o más brazos y piernas a la vez, y más aún si están armados.

Tal vez la mejor defensa nuevamente sea correr, o utilizar algún arma. Pero en caso que no haya otra posibilidad, en este apartado intentaré explicar algunas cuestiones para, al menos, disminuir el daño que nos puedan generar. El resto, dependerá en gran medida del factor suerte.

Interactuar inteligentemente

Puede ser vital aprovechar la interacción para lograr que tu ofensiva tenga éxito. Genera sorpresa, acércate a la salida, distrae al grupo, aproxímate a algún objeto que puedas improvisar como arma.

No dejar que te rodeen

Si bien es muy difícil defenderse contra mas de una persona, más difícil es aún si algunas están adelante y otras en tu espalda.

Cualquier situación donde percibas las intenciones de rodearte, es una situación que se está tornando muy riesgosa. Tal vez sea el límite que estabas esperando en la interacción.

Evaluar a quién atacar primero

Aquí más que nunca, tomar la iniciativa tal vez sea tu única oportunidad de terminar con vida. Pero, ¿a quién atacar primero?

En caso que alguno esté armado, ese debería ser el primer blanco de tu ataque.

Si ese no es el caso, deberías atacar primero a quién esté más cerca, que es quién posiblemente pueda dificultarte el escape o golpearte primero.

Si están todos a la misma distancia, la elección tendría que ser quién está cubriendo tu escape.

En caso que ninguna de las situaciones anteriores se da, ataca al aparente líder del grupo. Todos tienen algún líder, y ver como su referente es vencido puede impactar duramente en la mentalidad del grupo. Para identificar al líder, habitualmente solo debes fijarte en quién es el que más habla.

Utilizar sus cuerpos como obstáculos

Debes procurar estar siempre enfrentando a una persona a la vez. Para eso, desplázate rápidamente para tratar de que el resto del grupo quede detrás del individuo a quién estás atacando.

Incluso puedes empujarlos para que se golpeen entre ellos y cada uno sea un obstáculo para llegar hacia tu cuerpo.

En todo caso, jamás se te ocurra cruzarte por el medio. Si lo intentas, posiblemente sólo sea un camino de ida.

Conservar la movilidad

Un blanco móvil es más difícil de alcanzar que un blanco estático. En esta situación, este concepto se vuelve de vida o muerte.

Nunca acorralarse contra una pared

Muchos expertos en defensa personal aconsejan acercarse a una pared para asegurarse que nadie nos ataque por la espalda. Creo que es un error fatal por la razón explicada en el punto anterior (movilidad). La manera que nadie te ataque por la espalda debes lograrla a través de buenos y rápidos desplazamientos, y no acorralándote contra una pared, para facilitarle el ataque al grupo.

Dar un ejemplo con tu ataque

Debes demostrar rápidamente con hechos que estás dispuesto a defenderte físicamente a cualquier precio, aunque esto signifique lesionar severamente al primer individuo que ataques. Con suerte, harás dudar a tus atacantes y posiblemente abortar su ofensiva.

Nunca detenerse hasta poder escapar

No puedes darte el lujo de descansar. Más vale que logres escapar rápidamente, sino la exigencia física que requiere mantener una confrontación física real durante varios segundos, puede ser lo último que hagas en tu vida.

Extraído del libro “Sobreviviendo a la violencia”, por el Lic. Marcos Castro

SPAD ® para mujeres: la Aceptación

Habitualmente se espera que un curso de autodefensa para mujeres, trate casi exclusivamente el tema de cómo puede hacer una mujer para protegerse físicamente ante un ataque. Y si bien este es un tema muy necesario (pero lamentablemente, muchas veces mal encarado durante un curso), existen muchas otras cuestiones fundamentales que no se suelen tratar, y que son los primeros verdaderos pasos en pos de la protección de una mujer.

La primera de estas cuestiones es: la aceptación. ¿Aceptación de qué?

Inicialmente, la mujer debe ACEPTAR que en cualquier momento, cuando menos se lo espere, puede llegar a verse involucrada en un hecho de violencia. Ella no es la excepción.

La mayoría de las mujeres (y hombres también) que no se deciden por tomar al menos un curso de autodefensa en su vida, se debe a que no creen que estas cosas les puedan ocurrir; que una violación o abuso sexual, por nombrar algunas clases de hechos de violencia, solo ocurren en el noticiero televisivo o en el periódico.

Pero que no te haya pasado aún, no es garantía que nunca te va a ocurrir. La mayoría de las víctimas de hechos violentos nunca pensaron que podrían verse involucradas en algo así. Y si bien muchas de ellas en cierta manera favorecieron para que la situación ocurriese, otras veces, las cosas simplemente ocurren. Es el mundo en el que vivimos.

Lógicamente que muchas veces el factor suerte tiene su influencia. Pero como dice el dicho: a la suerte hay que ayudarla. Tu seguridad depende de la suma de dos cuestiones: el factor suerte por un lado, y por el otro, los esfuerzos concientes que realices para protegerte. Cuanto más grande sea tu esfuerzo, tu seguridad dependerá en menor medida de la suerte, y viceversa.

En verdad, el solo hecho de aceptar que estas cosas pueden ocurrirte, disminuye enormemente la probabilidad de que te ocurran. ¿Por qué? Porque uno nunca se puede preparar para protegerse de algo que no cree que le pueda ocurrir.

Pero no sólo hay que aceptar que estas cosas pueden ocurrirte. También la aceptación debe recaer en otra cuestión fundamental: que cuando estas cosas ocurren, las repercusiones suelen durar toda la vida. La violencia no se olvida fácilmente; las consecuencias pueden destruir una vida o una familia completa.

La aceptación de estas dos cuestiones: que en cualquier momento puedes ser víctima de un hecho violento, y que vivir una situación violenta seguramente te deje secuelas que marcarán el resto de tu vida, es un paso obligado en pos de tu protección personal, que te permitirá comenzar a llevar a cabo varias acciones concretas para protegerte. En primera instancia, estarás más predispuesta a evitar lugares peligrosos. Al respecto, y en líneas generales, en los lugares donde el consumo de alcohol es descontrolado, es mucho más probable que se produzcan hechos violentos o haya personas violentas.

Pero no me malinterpretes. Aceptar estas dos cuestiones no tiene que ver con estar paranoica, ni con limitar demasiado tu vida. Tiene que ver con aceptar una realidad, hacerte cargo de tu propia seguridad personal, dejar el ego de lado, saber qué hacer cuando la cosa se ponga complicada, hacerse responsable por las decisiones que tomes en tu vida, y tener más claro cuál es tu escala de valores.

Y también aceptar estas dos cuestiones te permitirá estar atenta al mundo que te rodea. Y los delincuentes perciben esta actitud, la cual muchas veces suele ser todo lo que necesites para que no te elijan como una buena víctima. ¿Para qué complicarse la existencia con una persona atenta y posiblemente preparada, si a la vuelta de la esquina hay muchas más mujeres (y hombres) distraídos y no preparados?

Aceptar, te va a permitir algo fundamental en tu seguridad personal: no arriesgarte ni exponerte en vano. Saber lo que se puede perder, y saber que esto puede ocurrirte, hará que lo pienses dos veces antes de volver a tu hogar caminando sola durante la noche, en vez de tomarte un taxi de alguna compañía con la suficiente buena reputación.

Por lo tanto, despierta al mundo en el que vives. Acepta las reglas de juego: la violencia es parte del mundo. Puedes estar preparada y muy posiblemente lidiar con ella, o puedes terminar tu paso por el mundo ante el primer encontronazo. La decisión es tuya.

Lic. Marcos Castro

Entrenamiento para superar miedos

Un tema frecuentemente consultado en nuestros cursos y eventos, es cómo superar paulatinamente los miedos. Porque en verdad, ¿para qué mentir?, todos tenemos miedo a algo, por más que muchos lo “camuflan” con palabras del tipo: “yo no le tengo miedo, le tengo respeto”.

El miedo es psicológico. Se trata de pensar desenlaces negativos a una situación que nos está ocurriendo o creemos que nos ocurrirá. Pero en verdad, si tenemos miedo a algo, es un síntoma claro que eso a lo que tememos, aún no ocurrió. Es decir, si le tienes miedo a quemarte con fuego, es porque en este momento no te estás quemando con fuego. Tener miedo, por lo tanto, es suponer, es algo puramente psicológico, a diferencia del susto o la respuesta básica de alarma que libera adrenalina en el cuerpo, que es de carácter fisiológico.

Por un lado, tener miedo es algo sano ya que es una medida de protección. Si no tuviéramos miedo de cruzar la calzada cuando vienen vehículos, entonces posiblemente hoy día estaríamos muertos. Pero por otro lado, el miedo nos limita, nos prohíbe crecer, hacer cosas que de otro modo no haríamos.

Ir superando los miedos día a día (cualquiera sean), nos permitirá ser personas más completas, nos irá haciéndonos fuertes de carácter, aumentando nuestra autoconfianza. En este sentido, el miedo es una suerte de “maestro espiritual”.

En esta nota simplemente quiero comentar uno de los tantos métodos o planes para ir superando nuestros miedos, y logran los beneficios nombrados en el párrafo anterior. Este método se denomina “pirámide de miedos” y consiste simplemente en diagramar en un papel una pirámide, donde en la cima pondremos nuestro principal miedo e iremos bajando sucesivamente hasta la base, donde pondremos nuestros miedos más comunes y menores.

La idea es sencilla. Ir enfrentando de a poco, despacio, cada uno de nuestros miedos, comenzando por la base, hasta algún día llegar a la cima. De este modo, cada miedo superado nos hará más fuertes internamente y nos dará más herramientas para ir superando los siguientes.

Lógicamente, no se pretende que si el miedo principal es que una serpiente venenosa te muerda, entonces pruebes la experiencia, porque puede ser lo último que hagas en tu vida. Se trata en cambio de crear experiencias que nos hagan acercar a esos miedos, para ir enfrentándolos. Por ejemplo, en el caso de la serpiente, llegar algún día (previo estudio, conocimiento y guía de alguien experto) a asir con nuestra mano desnuda a una serpiente venenosa, evitando correr riesgos extremos.

Si queremos hablar exclusivamente de defensa personal, el procedimiento es el mismo. Realiza la pirámide escribiendo tus miedos en el entrenamiento y simula o acércate lo máximo posible a situaciones que te hagan sentir sensaciones muy similares a la situación temida.

Te aseguro que haciendo uso de esta pirámide de miedos, te ayudará a que un día logres ser una persona que se vence a si misma, que extiende sus límites hacia lugares nunca pensados, que encara la vida con una mentalidad nueva. ¡Inténtalo!.

Lic. Marcos Castro

Importancia de aspectos psicológicos y emocionales

Cuando se habla de emocional, nos referimos a lo que uno “siente” en una situación real de violencia (ejemplo: miedo, nervios, adrenalina). Cuando se habla de psicológico, nos referimos a lo que uno “piensa” en una situación así (ejemplo: “este tipo me va a matar”, “no puedo contra él”).

Como muchas veces he dicho, y sigo insistiendo en lo mismo, puedes ser el mayor experto del mundo en técnicas físicas, pero si tu mente no te permite en ese momento utilizarlas, de nada te van a servir. Porque no hay que olvidar algo fundamental: la mente maneja al cuerpo. Todo lo que haces en el día, lo haces porque tu cerebro le da la orden al cuerpo. Por lo tanto, en una situación real de violencia, donde con total seguridad sentirás miedo, nervios y ansiedad, es imprescindible que tu cerebro de la orden para defenderte, o en otras palabras, te permitas defenderte.

El entrenamiento o aprendizaje para defensa personal debe ser una mezcla de entrenamiento psicológico/emocional, entrenamiento de negociación/disuasión, con entrenamiento de técnicas físicas. Sin embargo, por una cuestión meramente fisiológica, durante una situación de mucho stress lo primero que se pierden son las habilidades motoras finas y lo único que queda, por lo tanto, son las habilidades motoras gruesas. En otras palabras, el cerebro se vuelve muy primitivo, y consecuentemente, si no se mantienen las cosas simples en lo que respecta al aspecto físico de una situación real de violencia, muy probablemente surjan problemas (que lo aprendido no funcione en la situación) y eso repercutirá con total seguridad negativamente en los aspectos emocionales y psicológicos. Esa es la razón por la que uno ve que en peleas callejeras se aplican una y otra vez las mismas técnicas: puñetazo revoleado, agarres simples, forcejeos, tirones, alguna patada no muy técnica, algún tackle, etc., en fin, nada que requiera demasiado nivel de detalle.

Por otra parte, decir que lo más importante son los aspectos físicos, genera y predispone que se quiera resolver todo a los golpes, olvidando que si uno es bueno previniendo (proceso NO físico) difícilmente le pase algo alguna vez, y en caso de que le ocurra, si es bueno disuadiendo, interactuando y negociando la situación (aspectos NO físicos), también disminuirá muy considerablemente las posibilidades de verse involucrado en una confrontación física.

Como conclusión, nunca olvides que antes del primer golpe, puñalada o disparo, tuvieron que pasar varias cosas (en el 99% de los casos) que nada tienen que ver con el aspecto físico de una situación de defensa personal: ejemplo, conversaciones, miradas, discusiones, antecedentes, empujones, gritos, etc.), por lo tanto, si realmente quieres estar preparado para “la realidad”, arma tu entrenamiento en consecuencia.

el Lic. Marcos Castro