El miedo a enfrentar a un criminal armado

Sé que este tema da lugar a polémica y cada uno (especialmente artistas marciales) tendrán su opinión al respecto, pero sólo quiero hacer un comentario personal al respecto.

En realidad, contra un criminal con un arma de fuego no tienes opción si se mantiene fuera del alcance de tus brazos, por lo tanto, si estas pensando en alguna manera de defenderte necesitarías que el criminal se mantenga cerca o disimuladamente acercarte tu mismo. En cambio, contra un arma blanca quisieras estar lo más alejado posible, ya que en una distancia cuerpo a cuerpo la velocidad con la que una persona te puede apuñalar es increíble y las probabilidades son que el tiempo de reacción no te alcance.

De todas maneras, la dificultad mayor en el tema de desarmes no está tanto en la dificultad técnica sino en la dificultad mental de animarse a hacerlo. Consciente o inconscientemente uno sabe que un error y tal vez no cuentes la historia. Es imposible explicar desarmes a través de un artículo escrito, pero para todos aquellos que en su gimnasio de artes marciales practiquen a diario estás “técnicas”, no olviden que en este tema es necesaria más “táctica” y “estrategia” que “técnica” propiamente dicha. Piensen en ello.

Volviendo al factor mental, mucha gente me pregunta si es realmente posible desarmar a una persona. Y no es porque sea Instructor de Defensa Personal y te quiera vender “mi producto”, pero yo particularmente sé que es posible porque conozco gente que lo ha hecho y hoy siguen vivos. ¿Locos? No lo sé, pero la realidad es que hace un rato estaba hablando por teléfono con uno de ellos. Cada uno evaluó en ese momento que lo mejor era defenderse físicamente porque su vida (o la de la persona más amada) corría un gran peligro, y para muchos la dificultad mayor estuvo en animarse a hacerlo ya que respecto al aspecto técnico, más de uno simplemente golpeó muy fuerte al criminal en el rostro y hecho a correr. ¿Locura? Posiblemente. ¿Suerte? Quizá. ¿Lo recomiendo? No lo sé, depende. El tema es que al criminal lo agarraron tan de sorpresa que no alcanzó a reaccionar y no se esperaba ningún golpe. Por supuesto sé que existen otra maneras más seguras de tratar de desarmar a un individuo, pero sólo quiero dejar en claro que es posible hacerlo, y por lo tanto, debes evitar tener una carga emocional extra al momento de tener que intentarlo, convenciéndose que es imposible. Si es absolutamente necesario, lo vas a tener que hacer. Y nunca olvides que al criminal no le gusta que le peguen ni le hagan daño. Pero ¡ojo!, tampoco hay que comenzar a realizar algún desarme fantasioso ni complicado.

Finalmente, con sinceridad, mi experiencia enseñando defensa personal y con gente que se ha defendido de situaciones reales me ha demostrado que es casi más complicado tratar de defenderse contra un atacante con un cuchillo que realmente está dispuesto a lastimarte, que contra un criminal que te está amenazando con un arma de fuego (pero si este último se decide a mover su dedo índice, probablemente sea el fin de la situación).

Como conclusión, tener que defenderse contra un criminal armado tanto con un arma blanca como con un arma de fuego, puede ser una de las cosas más aterradoras y difíciles de tu vida. Sin embargo, es necesario saber cómo hacerlo porque nunca sabrás si te verás obligado a utilizarlo alguna vez. Personalmente, cuanto el cuchillo venga en camino hacia mi estómago, prefiero saber qué hacer.

Lic. Marcos Castro

Estrategias verbales al educar al niño sobre su seguridad

Los mitos, los supuestos y los modelos mentales erróneos están en la raíz misma de los errores u omisiones, en los bloqueos y la negación, en tanto impedimentos para la efectiva protección y, en definitiva, para el bienestar personal y las relaciones entre las personas. Y éstos se transmiten culturalmente; a veces no se trata de creencias o distorsiones cognitivas individuales sino que tienen un trasfondo cultural y familiar que se nos transmite desde pequeños.

De manera sintética, los niños aprenden de dos maneras fundamentales: la primera es por imitación, es decir “con el ejemplo”, y la segunda es por la palabra.

De estas dos maneras de aprender, a tener muy en cuenta a la hora de revisar los conceptos y estrategias vitales para nuestra protección, nos referiremos brevemente a las fórmulas verbales automáticas, por ejemplo: “mi mamá siempre me decía… y por eso yo le enseño a mi hijo…”, como disparador para encontrar, entrenar e incorporar estrategias verbales para la propia seguridad.

El aprendizaje del adulto en este sentido, comienza a partir de una revisión de lo que creemos saber en relación a la violencia y a nuestras capacidades y limitaciones para protegernos. En el caso de los niños, quienes aprenden SPAD ® con sus padres, se debe revisar y reencaminar la comunicación de los padres y los chicos, porque “encriptados” en las frases muchas veces mecánicas que repiten los padres a sus hijos, están ocultos sus miedos y debilidades, sus creencias, sus mitos heredados y sus modelos mentales.

Los chicos son muy dúctiles para aprender pero debemos tener presente que ellos comprenden literalmente lo que los adultos les comunicamos. Ellos aprenden de modo directo, y detectan instantáneamente las contradicciones entre lo que decimos y lo que hacemos. Como ejemplo de las creencias y hábitos que los padres solemos inculcar a nuestros hijos “por su bien”, mencionaré dos a modo de ejemplo:

1- “No hables con desconocidos.”
2- “Abrígate que hace frío / no dejes comida en el plato.”

¿Cuál es el mensaje inconveniente que se esconde en estos buenos consejos que todos hemos dado o recibido alguna vez?

1- Cuando digo “No hables con desconocidos”, estoy transmitiendo una generalización que no se ajusta a la realidad, porque cuando lleguen a casa los tíos de Rosario, que él jamás vio en su vida, y son perfectos desconocidos, el niño se verá instado no sólo a hablarles sino también a darles besos, y efectuar aún otros rituales de cortesía. Por otro lado, la prohibición de hablar con otras personas llamadas “desconocidos” está sellada por nuestro miedo que se contagia inevitablemente, y le induce a creer que todos los desconocidos deben ser, por lo menos, malas personas.

Para aclarar este punto, podemos explicar que si se extravían en la calle, deberán acudir justamente a algún desconocido para conseguir ayuda, en cuyo caso recomendaremos que elijan ellos mismos alguien que les inspire confianza, y NO acepten ayuda de cualquiera que se las ofrezca.

Si preguntamos a un niño si él mismo es un desconocido, dirá que no. Si proseguimos haciéndole reflexionar y le preguntamos ¿hay personas que no te conocen?, dirá que sí, entonces comprenderá que todos somos desconocidos para otras personas y que lo que debe hacer para estar y actuar seguro, es mantenerse alejado y no acercarse a las personas desconocidas, no separarse del adulto que lo cuida, preguntarle o pedirle permiso, etc. según la situación, cuando se trata de personas desconocidas.

Ni siquiera es necesario entrar en detalle de por qué puede ser peligroso y mucho menos asustarlo explicándole qué le puede pasar. En efecto, cuando le enseñamos a mirar antes de cruzar la calle, ¿es acaso necesario explicarle o hacerle ver qué le pasa al cuerpo cuando recibe el impacto de un automóvil?

2. En el caso de “Abrígate” o “termina tu comida” el mensaje oculto es que él mismo no puede confiar en lo que siente su cuerpo, no puede estar seguro sobre si hace frío o no, si tiene hambre o está satisfecho, y debe remitirse al adulto para que él se lo diga. Esta clase de órdenes son contrarias a la formación de los niños dado que como sostiene F. Kofman, “invalidan la emoción del niño y además lo hacen dudar de su percepción interna. Esa duda es la base de toda pérdida de poder personal, porque implica el riesgo de subordinar el criterio propio a las personas externas”.

Debemos educarlos en la asertividad: el niño sabe, siente y/o intuye si algo no le gusta, lo asusta, lo lastima o lo hace sentir incómodo y debemos alentarlo a que lo exprese asertivamente, y obviamente, respetar su cuerpo, sensaciones y sentimientos.

Como afirma I.van der Zande “Podemos preparar a los niños a protegerse a sí mismos del abuso sexual enseñándoles a poner límites a comportamientos no deseados, incluyendo contacto físico y emocional. Los niños necesitan nuestro apoyo para poner límites a otras personas, especialmente las personas que ellos aman y admiran, comenzando por sus propios padres, además de familiares, maestros, amigos y otros niños.” Es una buena práctica preguntar a los niños pequeños u ofrecerles ayuda, en vez de ordenar: ¿Tienes frío? ¿Quieres un buzo? ¿Ya estás satisfecho?

La prevención y la protección frente a la violencia, consiste en aprender qué hacer y qué decir en determinadas situaciones de peligro. Como adultos podemos ayudar a los niños preguntándoles: “¿que harías si… que dirías si…? Podemos acompañarlos a encontrar respuestas que constituyan verdaderas estrategias verbales eficaces para la protección y la seguridad, e indagar las fórmulas automáticas que dan lugar a las correspondientes respuestas automáticas tales como “porque mi mamá no me deja” o “porque no puedo”.

Al igual que en la defensa física, las estrategias verbales más efectivas son aquellas que dan en el blanco con claridad y contundencia. Con este fin, se recomendará y se entrenará el usar una voz firme y con buen volumen, frases cortas, claras y concisas.

Instructora Cert. Gisella Gámez
Extraído del libro “Actualización en Defensa Personal 2010” por la Organización SPAD ®

La “mente-entrenada”

Este año quisiera enfocarme en la diferencia entre lo que le pasa por la cabeza a una persona entrenada en seguridad, con lo que le pasa al común de la gente, o expresado en otros términos, la diferencia entre una “mente-entrenada” y una “mente-no-entrenada”.

Y esta diferencia no es la ausencia de miedos. Sabemos que cuando estamos frente a un delincuente que nos apunta con un arma en una situación de asalto, secuestro u otro ataque violento, nuestro cuerpo reaccionará involuntariamente liberando una buena cantidad de adrenalina en nuestro torrente sanguíneo, lo que producirá cambios fisiológicos muy notables, como palpitaciones, sudoración fría, temblores, un exagerado estado de alerta, hormigueo en nuestro abdomen y más.

La persona entrenada también sabe que hay un miedo natural, el miedo “bueno”, que estará presente y que cuando sea necesario nos irá protegiendo, advirtiéndonos del peligro o motivándonos a actuar. Pero lo que diferencia a la mente entrenada de una no entrenada, es cómo maneja el miedo “malo”, ese miedo que te limita cuándo tácticamente es mejor hacer algo.

Supongamos una situación donde dos criminales armados han entrado a una casa donde se encontraban dos personas, una con un entrenamiento que le ha permitido tener una “Mente-Entrenada”, y otra persona que representa el noventa por ciento de la gente que no tiene ningún entrenamiento ni formación seria en temas de seguridad frente a la violencia (llamémosle Mente-No-Entrenada). Leamos por un rato los pensamientos que tendrán ambas personas al mismo tiempo, mientras transcurre esa situación extremadamente estresante:

Inicialmente…

Mente-No-Entrenada: “¡Que mala suerte! No puedo creer que me esté pasando esto, no puede ser cierto”.

Mente-Entrenada: “OK, esto es un asalto real, debo hacer algo si quiero sobrevivir”.

Cuando perciben los efectos de la Adrenalina:

Mente-No- Entrenada: “¡¿Que me está pasando?! Siento que voy a morir, se me va a salir el corazón por la boca. Me acabo de orinar encima. Que idiota soy. Me voy a desmayar en cualquier momento. Quiero llorar.”

Mente-Entrenada:
“OK, mi cuerpo ha liberado mucha adrenalina. Se siente incómodo, pero sé que estoy al cien por ciento para poder defenderme físicamente si es necesario, y no sentiré tanto dolor en caso que me lastime”.

Cuándo uno de los delincuentes golpea a cada una de las víctimas, exigiendo dinero:

Mente-No-Entrenada: “¿Por qué me golpea si no hice nada? Este tipo me está lastimando, me va a terminar matando. Hoy voy a morir.”

Mente-Entrenada: “OK, es lógico que esto pase. Los delincuentes están tan asustados que necesitan golpearme para intimidarme lo suficiente y que yo no tenga ninguna reacción que pueda representarles un peligro. Seguramente me seguirán golpeando, sé que es normal.”

Cuando al no conseguir suficiente dinero, uno de los delincuentes gatilla su pistola en la cabeza de las víctimas sin que salga el disparo:

Mente-No-Entrenada: “¡Oh, Dios Mío! ¡Voy a morir… por favor!”

Mente-Entrenada: “¡El arma no tenía bala en recámara o le falló la munición! ¡En este momento, si no realimenta el arma en forma manual, esa arma está inutilizada!”

Al momento que los delincuentes están merodeando por el lugar buscando dinero:

Mente-No-Entrenada: “¡Voy a morir! No puede estar pasándome esto. Soy la persona más desafortunada que existe. ¡Me van a lastimar si no encuentran nada, me va a doler mucho y no quiero sufrir!”

Mente-Entrenada: “OK, veamos. Allí hay un palo con el que puedo defenderme en caso de ser necesario. La puerta está a tres metros y se encuentra abierta. Uno de los delincuentes está lejos, y no llegará a tiempo si escapo. Podría también llevarme al otro delincuente a otra habitación que esté cerca de una salida…”

Cuando el delincuente decide atarles las manos:

Mente-No-Entrenada: “No te resistas, no te resistas o vas a morir. Ya debe faltar poco. Haz lo que dicen para no terminar herido”.

Mente-Entrenada: “OH… esto viene mal, estamos llegando a un límite y no puedo permitir que atándome las manos me neutralicen casi completamente y quede a merced de los delincuentes”.

Cuando el delincuente comienza a golpear frenéticamente a las víctimas lastimándolas seriamente:

Mente-No-Entrenada: “¡Por favor, detente! Esto duele. Debo quedarme quieto para que termine rápido. No intentes defenderte o va a ser peor. Ya se detendrá.”

Mente-Entrenada: “OK, esto llegó a un límite. Debo atacar y escapar de aquí. Va a doler, tal vez reciba heridas más graves que las que ya estoy recibiendo, pero no me importa, yo voy a sobrevivir hoy, yo voy a volver a ver a mi familia y voy a poder disfrutar el crecimiento de mi hija, así que… aquí vamos…”

Este son sólo ejemplos de cómo el entrenamiento permite tener un control de sí mismo, y estar al control de la situación en todo momento, por más que no lo parezca. De cómo entendiendo la dinámica de una situación real, permite estar siempre concentrado, sabiendo qué esperarse, pensando alternativas en todo momento, teniendo bajo control al “miedo-malo”.

Aunque no parezca, una situación extrema puede ser vivenciada de formas diferentes. Un entrenamiento y capacitación correcta, te permitirá en poco tiempo tener la capacidad para estar en control de la situación, lograr ver las oportunidades, ser capaz de evaluar realmente el riesgo, y en última instancia… tener muchas mas probabilidades de sobrevivir.

¡Comienza ahora a entrenar tu mente y pásate al bando de los que sobreviven!

Lic. Marcos Castro
Extraído del libro “Actualización en Defensa Personal 2010” por la Organización SPAD ®

De víctima… ¿a victimario?

Tal vez sea por desesperación, bronca, enfado u otro sentimiento encontrado, pero es habitual que aquella persona víctima de un ilícito recurra a la ayuda de familiares y/o amigos para recuperar o vengar su pérdida (económica o moral), impartiendo y haciendo uso de la violencia.

Para ser más concreto, planteo el siguiente caso (relativamente ficticio):

Joanna llega masticando bronca y toca el timbre de la puerta de su casa. Su madre le abre y al ver su cara le pregunta qué le pasa, y por qué toca el timbre y no abre ella misma la puerta. Joanna ingresa y cuenta frente a toda su familia lo ocurrido.

Resulta que mientras cruzaba el puente que pasa sobre la autopista, a dos cuadras de la casa, una pareja de adolescentes en bicicleta le exigieron la billetera y el celular. Sin mediar palabra y ante el miedo, abrió la cartera para darle a los ladrones lo solicitado, cuando velozmente la chica delincuente le arrebató la cartera entera con todo su contenido y la amenazó verbalmente para que se vaya tranquila. Los dos jóvenes delincuentes se fueron calmos andando en sus bicicletas a muy baja velocidad sobre la calle anexa que bordea la autopista a la bajada del puente.

Ante el relato, su hermano y padre deciden hacer justicia por mano propia y salir en la camioneta de la familia a recuperar lo robado. Joanna, no muy convencida, viaja con ellos para poder reconocerlos. Luego de unos minutos sin resultados deciden volver a su casa con las manos vacías y un enojo enorme.

Hasta aquí es solo un relato que por suerte sólo terminó con una pérdida material, pero lo interesante sería saber ¿qué hubiera pasado si encontraban a esta pareja de ladrones?

La verdad es que la gama de posibilidades es interminable así que sólo voy a plantear cuatro de ellas:

  • Visualizan a los ladrones aún circulando en las bicicletas, aceleran la velocidad de la camioneta, le cruzan la misma delante del camino y mediante insultos y amenazas verbales le exigen que le devuelvan la cartera. Los delincuentes se intimidan y hacen lo solicitado. ¡Un final feliz!
  • Visualizan a los ladrones aún circulando en las bicicletas, aceleran la velocidad de la camioneta, le cruzan la misma delante del camino, y los delincuentes frenan y comienzan a circular en sentido contrario. El padre de Joanna hace un “giro en U” y vuelve a alcanzar a los delincuentes que ante el miedo arrojan la cartera y siguen huyendo. ¡Otro final feliz!
  • Visualizan a los ladrones aún circulando en las bicicletas; aceleran para ponerse a la par de ellos y desde la ventanilla le exigen que le devuelvan la cartera amenazándolos con atropellarlos. El delincuente saca un revólver oxidado y dispara dos veces contra el vehículo. El padre de Joanna frena la camioneta y se aleja en reversa unos cuantos metros. Los delincuentes se escapan y por suerte ningún disparo acierta a la camioneta ni a nadie. Un final malo en cuanto al robo pero con suerte, por el desenlace que podría haber tenido.
  • Visualizan a los ladrones aún circulando en las bicicletas; aceleran para ponerse a la par de ellos y desde la ventanilla le exigen que le devuelvan la cartera amenazándolos con atropellarlos. El delincuente saca un revolver oxidado y comienza a disparar contra el vehículo. El padre de Joanna frena la camioneta y se aleja en reversa unos cuantos metros. El hermano recibió un disparo en su muslo derecho (no de gravedad) y la camioneta otros dos impactos de bala. Otro final malo y con relativa suerte.

Desde el punto de vista del análisis global y sólo teniendo en cuenta si se cumplió el objetivo primario de recuperar la cartera, tenemos dos finales buenos y otros dos malos. Pero desde un análisis más profundo vemos que desde el primer momento en que se salió en la búsqueda de los objetos robados, se actuó muy mal. Jamás se preguntaron que contenía la cartera, cuál era su valor y si realmente se justificaba exponerse a un riesgo tal.

Siempre en SPAD ® decimos que lo más importante y en lo que más se debe entrenar es en la prevención. En este caso se pasó por alto este concepto tan importante y se expuso a tres integrantes de una familia en la búsqueda y recuperación de unos objetos que jamás valdrían la seguridad de un ser querido, ¿o hay cosas que si lo valen? Mismo y siendo muy frívolo tampoco valía la pena el exponer a la camioneta; un parabrisas roto, un arreglo de chapa y pintura por un impacto de bala ¿si lo valía? Y pensando negativamente, aunque recuperaran la cartera por medios pacíficos en términos físicos ¿no existiría la posibilidad que los delincuentes el día de mañana reconozcan la camioneta y quieran buscar revancha aunque más no sea con algo tan simple como un rayón?

Me vuelvo a preguntar lo mismo ¿Qué contenía la cartera?, y para mi asombro descubro que solo se perdió de valor una cartera de cuero conteniendo un celular con ya varios años de uso, unas tarjetas de crédito y algunos cosméticos. ¿Valía la pena exponerse por eso? La respuesta la dejo a consideración del lector, ya que cada uno piensa y siente diferente.

Sin embargo y para que pueda realizar un mejor análisis, dejo la siguiente guía para repensar este tipo de actos que son más habituales de lo que se cree, y sin un análisis previo puede derivar en decisiones apresuradas influidas por el estado emocional del momento:

  • ¿Qué quiero recuperar realmente?
  • ¿Qué tanto significa o vale eso como para arriesgarme?
  • ¿Qué consecuencias puedo causar a los delincuentes o a un tercero?
  • ¿Qué tan preparado estoy como para exponerme voluntariamente a una situación de riesgo?
  • ¿Qué consecuencias legales puedo tener? (me animo a influir en el lector en este punto, pero no se olvide que el hecho de robo finalizó cuando los delincuentes se alejaban en sus bicicletas)
  • ¿Qué pasaría si en vez de una cartera fuera otro objeto o pertenencia?
  • ¿Cuántos desenlaces positivos y cuantos negativos se me ocurren?

Y tal vez pudiera seguir agregando preguntas, pero apunto a que con estas pocas, el lector pueda mejorar su capacidad de análisis de situaciones de inseguridad y violencia, para que cuando los estados emocionales y estresantes de una situación real no lo dejen pensar con claridad, pueda decidir y actuar mejor.

Instructor Cert. Daniel Spiridione
Extraído del libro “Actualización en Defensa Personal 2009” por la Organización SPAD ®

El mayor “secreto” de un buen aprendizaje

En más de 20 años de entrenamiento en diferentes métodos de autodefensa, y más de 10 años al frente de la Organización SPAD ®, he participado en cientos de entrenamientos. Y siempre en el afán de perfeccionar nuestros métodos de enseñanza y aprendizaje, seguimos indagando, probando teorías, experimentando con un sólo propósito: lograr que cualquier persona pueda aprender a protegerse de la violencia de un modo realmente efectivo, en el menor periodo de tiempo posible.

Y cuándo más experimentamos, más llegamos a la conclusión de que el mayor “secreto” de un buen aprendizaje, es nuestro compañero de entrenamiento.

Sí, es él o ella quién nos hace vivir un simulacro como si fuese real, nos hace trabajar bajo estrés, nos exige en la medida de lo necesario, pero sobre todo, sabe dejar su ego de lado y es realista en su “actuación” de malo.

Un mal compañero de entrenamiento, nos frustra, y nos hace “creer” erróneamente que nunca vamos a ser capaces de defendernos en una situación real, y “creer” que no somos capaces, es una garantía de que en una situación real no vamos a ser capaces de sobrevivir.

Pero, ¿qué es un buen compañero de entrenamiento?

1- Primeramente, quién sabe dejar el ego de lado y no se preocupa por quedar bien o mal, por ganar o perder, sino que tiene en claro que está allí en la clase para AYUDARME a mí a entrenar. Esto sólo, ya hace que el entrenamiento sea completamente diferente y mucho más productivo, pero así como es muy fácil escribirlo, es difícil lograrlo. A nadie le gusta ser quién “reciba” los golpes, y siempre el ego suele interferir en los ejercicios.

2- Segundo, es realista en sus movimientos y actitudes. Sabe ponerse en la piel de un delincuente y “actuar” como tal. Por ejemplo: la realidad es que 9 de cada 10 personas no son expertas en artes marciales, y por lo tanto, no tiene sentido que mi compañero de entrenamiento patee, golpee o luche en el suelo como un verdadero especialista, o por lo menos, no en 9 de cada 10 veces que entrenemos.

3- Tercero, sabe “actuar”. Es muy importante su mirada, sus expresiones, su forma de moverse, de hablar, su tono de voz, que simule a un agresor real. Es muy útil estudiar videos de situaciones reales y tratar de imitar al “malo”.

4- Cuarto, sumado a lo anterior, sabe hacerme poner nervioso, obligarme a desenvolverme bajo presión psicológica.

5- Quinto, me exige en la medida de mi crecimiento o aprendizaje. “Ayudarme” no quiere decir facilitarme las cosas, sino exigirme de acuerdo al nivel que poseo actualmente. En otras palabras, no me facilita que por ejemplo yo le palanquee un brazo, pero las primeras clases “actúa” como una malo torpe, y a medida que yo voy acrecentando mis conocimientos y habilidades, ese malo se volverá cada vez más sofisticado.

6- Sexto, nunca, nunca, jamás me hace “trampa”. Dado que es un entrenamiento realista, pero no es la realidad, es necesario FINGIR que no sé lo que el otro va a hacer. Si yo intento tomarlo por el brazo y mi compañero lo evita sólo porque sabía que yo le iba a hacer eso (dado que estamos en una clase de entrenamiento), lo único que logrará es frustrarme. Esto no significa que deba ayudarme, pero no “hacer trampa”.

Si tu compañero de entrenamiento no cumple con estas 6 características, ayúdalo a que mejore o bien cambia de compañero, sin más. De otro modo, el entrenamiento será poco efectivo y no servirá para afrontar realmente la vida real.

Y como contrapartida a ayudarte a entrenar, ¡no lo lastimes! Él o ella estará exponiendo blancos de su cuerpo para que vos puedas entrenar, y actuará como un malo. No estará siendo él mismo, por lo tanto, ten cuidado. La idea es que mañana puedan volver a entrenar y no que tengan que parar por 1 mes por una lesión que podría haberse evitado fácilmente.

Revisa tu manera de entrenar. Como bien dice Tony Blauer en sus clases: “Si entrenas mucho de un modo erróneo, te volverás un experto en hacer las cosas de un modo erróneo. Entrenar mucho, no te hace mejor. Entrenar mucho del modo correcto, te hará mejor”.

¡Buen entrenamiento!

Lic. Marcos Castro

Simulacros en familia

Antes de leer este capítulo, usted debe repetir las siguientes frases:

1. Existen grandes problemas de inseguridad y violencia
2. No estamos exentos a que nos pase algo
3. Tengo que aprender sobre inseguridad así nos les doy la posibilidad a los delincuentes.

La verdad es que habría muchas más frases pero creo que si usted lee y acepta con conciencia estas, entonces va a entender el por qué de este capítulo, sino es así, seguramente hará un comentario del estilo de “que exagerado” o “que paranoico”.

Para demostrar que esto no es un tema de Exageración o Paranoia, tomemos simplemente los SIMULACROS DE INCENDIOS que se hacen en los edificios, o en los jardines de infantes (aunque no en todos… una lastima). ¿Cuál es el motivo, y fundamentalmente por qué?

El motivo es muy simple. La idea es recrear lo que uno tiene que hacer en ese momento. Al recrear la situación, lo que hacemos en realidad es darle información a nuestro cerebro acerca de cómo nos tenemos que comportar si sucede el incidente. Obviamente, para que sirva y sea útil, debemos tratar que dicho simulacro sea lo más real posible.

El por qué de esto, tiene que ver con que nuestro cerebro ante este tipo de situaciones lo que hace, es buscar “cómo se resuelve o cómo se resolvió alguna vez esta situación”. Si nunca hicimos un simulacro y a su vez nunca sufrimos una situación similar, teniendo en cuenta el nivel de “adrenalización” que se tenga en el momento, lo que sucede normalmente, es que el cuerpo y la mente se BLOQUEAN, entrando en una situación de pánico.

En cambio, si hemos realizado algún simulacro, el cual obviamente nunca va a ser exactamente igual a una situación real, muchas de las cosas que sucedan en ese momento nos van a ser familiares dado que habrán sido simuladas.

Esto para nuestro cerebro es muy importante porque las toma “Como situaciones ya vividas”, no generándole ningún tipo de ansiedad.

Lo más importante o la finalidad de todo esto es que nuestra mente NO PARE, es decir, que aunque estemos en una situación crítica, podamos seguir pensando y pudiendo discernir qué está bien, mal o qué me conviene ante tal o cual situación.

Podríamos escribir mucho más sobre este tema, pero dado que esto es un capitulo dentro del libro, vamos a pasar ahora a algunos ejemplos de simulacros que podemos practicar en familia, y son muy sencillos de recrear.

Ejemplo 1 – “Llegamos a casa y somos sorprendidos por un delincuente”

Tomemos en cuenta que hemos sido sorprendidos en la puerta de nuestra casa, ya que si no fuera así, jamás pero jamás debemos llevar al delincuente a nuestro hogar. Aunque él me quiera obligar, debo evitarlo, dado que de lo contrario le voy a agregar a la situación, que de por sí ya tiene un alto nivel de adrenalina, una carga emocional que va a jugar en mi contra.

Volviendo al ejemplo, si fui sorprendido, en primer lugar lo que debo hacer es tocar el timbre de mi casa (dado que NO USO LLAVES), y cuando la pregunta sea “¿Quien es?”, deberé usar un nombre del estilo de “PAPUCHO” (tiene que ser un nombre que contenga cierta dulzura como la que puede tener un padre cuando llega a su casa, eso lo hará creíble). Ese será el nombre que dará inicio al simulacro (ya practicado).

A partir de ahí, algún integrante de la familia (ya designado), deberá llamar al “911”, para dar la denuncia del caso (los datos a dar son: “Nos están robando, Calle Nº (entre calle y calle), y localidad”, nada más, debe ser una llamada corta y concisa, y no nos olvidemos que tenemos que abrir la puerta.

A partir de este momento, sabemos que sólo hay que esperar, esta situación que se vive con mucha angustia en algún momento va a terminar.

Al abrir la puerta comienza una etapa difícil, para lo cual sólo nos debemos mostrar accesibles a los requerimientos (dentro de la razón), y tratemos de dar todo lo que se requiera (dinero, joyas, etc.) con la mayor celeridad posible, tratando de que esta situación perdure lo menos posible.

Todo lo que se puedan llevar no tiene comparación con la vida de cualquiera de nuestros seres queridos.

Si para cuando llega la policía esto termino, fantástico, de lo contrario el hecho de saber que están afuera, nos dará cierto alivio.

Ejemplo 2 – “Somos perseguidos por un automóvil”

Para este simulacro, es muy importante definir cuáles son nuestras rutas “normales”, por las cuales transitamos. Al momento de una persecución, la tensión es extrema, y lo que sucede normalmente es que no sabemos para dónde ir o por dónde escapar. Estamos entrando en un proceso de BLOQUEO MENTAL, el cual es muy posible que nos lleve a tener un accidente. Es muy difícil ir a gran velocidad pensando en qué esquina voy a doblar, si en esta o la otra.

Para evitar esto, lo que debemos definir es “cuál es el trayecto a seguir, mientras me persiguen”. Ese trayecto deberá tener dos puntas, y me debo mantener entre ellas mientras dure la persecución, o sea, que las repetiré la cantidad de veces que sea necesario.

A modo de ejemplo, si la ruta normal fuera la Panamericana, mis dos puntas podrían ser Av. Márquez y la calle Tortuguitas. Es muy importante que en mi cabeza exista algo tan simple como manejar rápido hasta una punta, dar la vuelta y manejar tan rápido hasta la otra punta.

El otro papel importante lo tendrá asignado nuestra esposa, novia, hijo, el que ustedes designen, deberá llamar al 911 y dar aviso de esta persecución. Como dijimos en el ejemplo anterior, los datos a dar deben ser muy sencillos y concretos: “nos persiguen por Panamericana entre Márquez y Tortuguitas, un coche marca x y color x”. El resto de los integrantes deberán agacharse y mantener la calma lo más posible, evitando gritos que obviamente perturbaran a la persona que maneje en ese momento.

Existen muchísimas simulaciones para realizar. La idea de este capítulo es justamente que ustedes vean como cosas que son comunes hoy en día, la podemos simular para que cuando estas lleguen, podamos actuar de la mejor manera posible.

Para que los simulacros funcionen, se deben practicar.

Es muy importante que se designen los actores y funciones de cada uno de ellos. Por ejemplo, quien es el encargado de llamar al 911.

Para terminar vuelvo al comienzo, si los simulacros en los edificios existen, y se hacen con cierta periodicidad, hagamos lo mismo con los nuestros.

Pensemos que el conocer esta metodología puede ser la diferencia entre subsistir o no a una situación real.

Instructor Cert. Juan Boubée
Extraído del libro “Actualización en Defensa Personal 2009” por la Organización SPAD ®

“Resistirse”

Me he puesto a pensar sobre algunos conceptos que escuche por ahí, no en un curso de SPAD ®, sino en un ámbito común de personas que nunca han asistido a un curso de prevención de la violencia, que tampoco se les ha ocurrido leer un libro como este, o quizás ver un DVD instructivo en esta materia, y a decir verdad, hay muchos términos que la gente expresa, que están muy lejos de ser verídicos y que me asombra que así sea, y el más sorprendente, a mi forma de verlo, es el muy escuchado: “no hay que resistirse”.

Para analizarlo un poco, debemos remontarnos a pensar qué lleva a la gente a generar ese concepto de tal manera. La formación del concepto está estrechamente ligada al contexto; esto significa que todos los elementos, incluyendo lenguaje y cultura, la información percibida por los sentidos y la experiencia, construyen el concepto de algo o alguien. De modo que tendremos que analizar de qué fuentes de información reciben estas personas las “ideas” que los llevan a elaborar tal concepto errado.

Algunas fuentes pueden ser:

  • Personas que son opinólogos, que sin razón alguna transmiten lo que ellos creen a los demás como si fuese una verdad absoluta, y quién la escucha lo toma como verdadera, sin siquiera ponerse a analizar o consultar a una fuente adecuada.
  • Noticieros, que por más que muestren hechos verdaderos, son sesgados de opiniones de periodistas, panelistas, que no son expertos en la materia, y que transmiten su opinión subjetiva, llegando un numero muy grande de personas que reciben el mensaje como verdadero, sólo porque lo dijeron en la televisión.
  • Películas, al muy estilo Hollywood, que nos muestran hechos irreales, pero quién nunca ha estado en una situación parecida cree que estas cosas pueden ocurrir realmente, como por ejemplo, que una persona corriendo con un arma de fuego, dispara a larga distancia y da en el blanco con una precisión asombrosa.
  • El diario, otra fuente que tiene el mismo inconveniente que la TV a la hora de comunicar algo cierto pero subjetivado por quien lo relata.
  • Malos instructores en defensa personal, que sólo se ocupan de la parte física, pasando por alto la existencia de la etapa más importante en la seguridad de cualquier persona, que es la prevención, y enseñando pasos estructurados de cómo se debe golpear para defenderse, lo cual no tiene nada que ver con la realidad y no enseña realmente al alumno a evitar la situación de violencia, o a salir corriendo y evitar así una situación mayor.

Bajo este panorama, es común escuchar frases como “no te resistas”, “si te toca, te toca, no podes hacer nada”, “si te quieren robar, lo van a hacer”. ¿Qué significa esto? ¿Que si me eligen como victima me harán lo que quieran? ¿Que SIEMPRE me tengo que entregar y ser una perfecta victima agilizando la tarea del delincuente? De ninguna manera.

Lo que hay que hacer es EVALUAR LA SITUACIÓN como primera medida, y analizar si realmente el riesgo de daños irreparables es alto tanto para mí como para mis seres queridos que estén también involucrados, mas allá de la situación en general que de por sí no es agradable y ninguno de nosotros la desea.

Si por ejemplo se trata de un robo y el delincuente se esta llevando cosas y no intuimos que haya un peligro inminente de daño físico, quizás no valga la pena “resistirse” en este caso, ya que podríamos generar peores consecuencias para cualquiera de los involucrados. Cualquier robo, necesariamente conlleva una pérdida económica, pero debemos hacer lo posible para que no exista pérdida de integridad física grave. Pero si en la misma situación de robo, vemos que el delincuente quiere llevarse a una mujer a otra habitación, eso ya deja de ser simplemente un robo y es el momento de “resistirse”, porque de no hacerlo las pérdidas generadas serán infinitamente peores que las económicas.

La idea básica es no “programar” la mente con afirmaciones tan concluyentes como “no te resistas”. Quiero darle a mi mente la posibilidad de considerar resistirse alguna vez, pero la clave está en tener la capacidad de evaluar la situación para determinar cuándo ese momento.

Pero, ¿qué entendemos por resistirse?

La decisión de resistirse es hacer lo suficiente para abrirse paso al escape, hacer todo lo que podamos para impedir que el delincuente haga con nosotros lo que se propone. Este concepto no tiene grises, es ir con todo, con toda nuestra decisión y firmeza, que le quede claro que no podrá hacer lo que quiere con nosotros, y que no le daremos la oportunidad que estaba buscando.

Esto no quiere decir ponerme a gritar y pegarle “golpecitos” en el hombro o pecho, donde no duele y no le hará daño. Hacer eso, no es resistirse, y sólo lograremos ser más agredidos, reduciendo así nuestras posibilidades de defendernos.

Tampoco quiere decir que voy a ponerme a pelear de igual a igual con quien se cruce en mi camino. Lo correcto es, una vez que evaluamos la situación y decidimos que necesitamos resistirnos, buscar inteligentemente el momento oportuno, mientras distraigo al delincuente llevándole la corriente, fingiendo que “él manda”, mostrándome con miedo y que me ha convertido en una buena victima incapaz de defenderme, logrando con esto que baje la guardia (física y psicológica) sin esperarse ser atacado. Así, cuando encuentre mi momento, tendré que ir con toda mi decisión atacándolo físicamente en algún lugar que produzca daños estructurales, como pueden ser los ojos o cuello, gritando con mucha agresividad, volviéndolo “la víctima”, y siendo, de esa manera, más agresiva que él.

Los limites de resistirnos o no, son muy personales, pero una violación no es algo negociable lo mismo que recibir daños físicos muy graves, no me refiero a golpes que de por si van a existir en cualquier situación de violencia, sino daños mucho más grave.

Con esto les quiero transmitir, la necesidad de hacer la evaluación de la situación, y si detectamos la necesidad entonces sí RESISTIRNOS, pero no dejar desde el vamos todo librado al azar, porque estamos en manos de delincuentes que no van a tenernos piedad, ya que simplemente somos su próxima victima.

Siempre que detectemos que hay un peligro de daño físico, es el momento de RESISTIRSE, es nuestro DEBER porque si no lo hacemos estamos dejando el camino libre para que el delincuente pueda hacer lo que se propone con nosotros.

No quisiera que se malinterprete el concepto y siempre quieran resistirse, ya que eso los pondrá aun mas en peligro. Simplemente estamos obligados a evaluar la situación completa y decidir si es conveniente o no… y hacerlo.

Resistiéndonos, nos convertimos en MALAS VICTIMAS, que no colaboran con el destino que el delincuente tenía pensado para nosotros.

Muchas veces, para poder actuar de esta forma, DEBEMOS SACAR TODA NUESTRA AGRESIVIDAD que tenemos escondida, ya que no solemos actuar así todos los días, contrariamente a lo que vive un malviviente en su realidad. Muchas veces, el enojo que nos haya generado la situación, sirve como motor para nuestra defensa. Esa indignación con nuestro atacante que nos ayuda a defendernos y ser agresivos. Nuestro ataque debe ser a zonas estructurales, como ya les comenté, como los ojos, cuello, que lo dejarán por un instante fuera de combate, ya que él estará por instinto tratando de protegerse (en vez de atacando), y así se abrirá mi oportunidad de escapar. No pretendo quedarme viendo qué es lo que le pasa, ni estaré esperando que me ataque: MI PRIORIDAD ES ESCAPAR.

Creo que todos debemos tener tomada esta decisión de resistirnos de antemano, es decir, antes que el agresor me esté queriendo atacar yo ya tendré decidido que voy a hacer lo necesario para impedirlo, por supuesto siempre evaluando la situación, como ya antes comenté. Es mi vida contra la de él, y si decidí que debo hacerlo, sólo tendré que esperar un poco, simulando, para encontrar el momento adecuado de hacerlo… pero la decisión ya la tomé antes. Para esto es importante que tengamos en claro cuáles son nuestros valores y lo que es importante en nuestras vidas.

Considero muy relevante este tema, porque esta vinculado a lo que es motivación, a lo que nos impulsa a hacer “algo” para protegernos, y es probable que en el primer momento de la situación de violencia, quien es agredido caiga en una mentalidad de victima muy grande, y es de vital importancia poder convertir esa situación amenazante, en indignación que nos llene de fuerzas para poder actuar.

Ahora bien, par dar un ejemplo de resistencia en una situación, quiero contarles una historia que leí en el libro de Sanford Strong titulado “Strong on Defense”, que hace referencia al tema de este capitulo.

“Después de almorzar, Kate salió a caminar por un parque en un lindo vecindario de San Diego. Ella llevaba sus walkman, cuando fue sorprendida por un hombre que comenzó a pegarle con un palo, tirándola al piso y volcando todo el peso de su enorme cuerpo sobre ella. Su intención claramente era asfixiarla y que no pueda resistirse. Kate, ahora en estado de shock, no pudo ver venir a este hombre ni su golpe, y estuvo por unos instantes sin creer que la situación realmente le estaba pasando a ella, mientras forcejeaba e intentaba salir de esa posición en la que el criminal la había puesto. Estaba segura que ese individuo quería violarla. Él, al ver que ella no se daba por vencida y seguía con sus forcejeos, se arrodilló en sus hombros para hacer aun más peso y que no tenga oportunidad de levantarse, mientras le hundía cada vez más su rostro en el barro. A Kate se le estaba empezando a llenar de barro su boca y nariz, y comenzaba a asfixiarse. Por un momento comenzó a pensar en su familia y que ellos quisieran que ella se defendiera. El miedo a ser violada le generaba fuerzas para enfrentarse al criminal y no dejarle la oportunidad de hacerlo. De pronto, después de estar forcejeando un rato, Kate, se aflojo voluntariamente, y a partir de allí, el agresor dejo de hacer fuerza, quizás entendiendo que ella se había desmayado. Es así como Kate consiguió su primera oportunidad de resistirse. Se pudo dar vuelta y en ese momento, pudo ver al delincuente con un cuchillo en su mano. Eso le generó a ella mucho más terror, aumentando la indignación y odio a esa persona, fomentando, de esa manera, su fuerza para defenderse, y fue entonces cuando Kate tomó el cuchillo por el filo, y logró pararse, sin importar que el cuchillo la pudiese cortar. Ella había decidido que no iba a ser violada, esa decisión fue lo que la ayudo a mantenerse luchando en toda la situación.

La presencia del cuchillo le demostró a Kate que el criminal estaba decidido a violarla y posiblemente matarla sin ningún problema, y que no podía rendirse ante esta situación, porque estaría entregando su suerte a este delincuente.

Él le decía “te voy a cortar, te voy a cortar”, como intentando que ella lo suelte, pero Kate seguía tomando el cuchillo y agrediendo a su agresor en el rostro, mientras no paraba de gritar. El criminal, temiendo que alguien escuchara, le puso su mano en la boca intentando silenciar sus gritos, y esa fue la segunda oportunidad de Kate, donde comenzó a notar que la situación se estaba revirtiendo y que era ella la agresora, y el criminal la víctima. Un dedo de él se le metió en su boca, entonces Kate comenzó a morderlo con todas sus fuerzas. La sangre empezó a salir del dedo invadiendo su boca, pero esa situación ya no le importaba, estaba decidida a defenderse. Ante esto, el criminal dejó de mirarla y su atención pasó a estar en su dedo que estaba perdiendo, aflojando también la otra mano que sostenía el cuchillo. Era él ahora quien comenzaba a gritar de desesperación. De pronto el delincuente se logró separar de Kate y escapó corriendo.

Para Kate lo importante fue haber tomado la decisión de defenderse a tiempo, y haber buscando la oportunidad de hacerlo. El odio y la indignación, así como el miedo que le causaba el cuchillo, fue lo que la motivo a resistirse.

Este es un claro ejemplo de alguien que se resistió inteligentemente, y es la mejor muestra del concepto “resistencia” ante situaciones de violencia.

Instructora Cert. Eliana Petzoldt
Extraído del libro “Actualización en Defensa Personal 2009” por la Organización SPAD ®

Frente a un “niño-delincuente”

Es una realidad mundial, que cada vez es menor el promedio de edad de los criminales. Esta es una tendencia que a mediados de los ´90, los sociólogos ya predecían para el siglo XXI.

Los factores pueden ser varios, pero esta nota está apuntada a saber cómo manejarse con esta realidad, sin entrar en discusiones políticas. La solución al problema tardará años y la realidad es que hoy mismo puedes estar enfrentando a un niño-delincuente.

Estamos hablando de un criminal de 9, 10… 12 años y posiblemente bajo efectos de narcóticos. La dificultad es… ¿qué grado de responsabilidad puede tener una persona de 9 años para cualquier faceta de su vida? ¿Y si estamos hablando que además él “cree” que puede decidir a gusto si vives o mueres?

Un niño con un arma en la mano, es tanto o más peligroso que un adulto. Mide mucho menos las consecuencias, es más difícil “negociar” con buenos argumentos, y lo peor… muchos saben que en la mayoría de los países del mundo un niño de 10 años quedará en libertad una y otra vez, por más crímenes que cometa. Hasta que los gobiernos no encuentren e implementen también una solución “a corto plazo” para tratar con los niños-delincuentes (que por supuesto acompañe a una política de largo-plazo), es altamente probable verte frente a frente con un niño delincuente.

¿Qué hacer? Odio ser reiterativo, pero lo mejor por lejos es PREVENIR esta situación ya que es muy peligrosa. Estar más consciente de los “niños” que hay alrededor mientras circulamos por la calle, estamos detenidos en semáforos, entramos a un comercio. Para ser víctima de ellos, es necesario que el niño logre acercarse lo suficiente para asaltarnos. Mi sugerencia es que escuchemos a nuestro cuerpo, nuestra intuición. ¿Qué te dice sobre ese niño que está caminando por la vereda de enfrente? Es altamente posible que el niño delate sus intenciones previamente a abordarte, mirando alrededor para asegurarse que nadie está mirando, metiendo alguna de sus manos en sus bolsillos para esconder un arma.

Ante la menor duda, correr sin más. Escapar. Irse de allí hacia un lugar concurrido o hasta perderlo de vista. Muy posiblemente el niño-delincuente al ver que te has dado cuenta de sus intenciones, aborte su acción delictiva y vaya a elegir a otra víctima.

Ahora, sí te ha sorprendido y está a tu lado apuntándote con un arma, debes tratar de que la negociación sea lo más corta posible en tiempo. Cuánto más tiempo estés frente al delincuente mas probabilidad hay que “cometa alguna atrocidad”. Averigua rápido que quiere, dáselo (siempre y cuándo sea algo “negociable”) y propone el fin de la situación. Dile claramente: “terminemos esto rápido, tengo miedo, aquí tienes”… y comienza a caminar o irte del lugar. No te quedes frente a él o ella aguardando más instrucciones. Si es un “asalto” y no otra cosa, ya tuvo lo que quería y le estás facilitando la huida (que es siempre una preocupación de todo delincuente). Que sea el asalto más fácil de su vida.

Debes estar atento a cuál es el estado psico-emocional del delincuente niño. Si lo ves muy nervioso y sospechas fehacientemente que es altamente probable que dispare, escapa de allí, corre y grita. Existe el riesgo que te dispare al escapar, pero no es fácil dispararle a alguien en movimiento, y si te dispara, prefiero que lo haga en la vía pública donde mucha gente puede ver, y no en algún lugar más privado o donde nadie se entere. Además, la realidad es que cerca del 80% de las personas sobreviven a un disparo, y por otro lado, si el arma es de un calibre mediano, es difícil que el retroceso del arma (sobre todo si está agarrándola con una sola mano) no haga que su puntería termine siendo muy pobre, ya que hasta posiblemente la mano del niño sea muy incómodo para aferrar bien la empuñadura del arma.

Lo ideal sería que aprendas seriamente qué hacer para protegerte físicamente frente a un delincuente armado. Al ser un niño de 9 años, tienes más posibilidades de ganar que de perder si haces las cosas medianamente bien. Aprende sobre armas de fuego, y entrena con realismo cómo protegerte físicamente ante un arma de fuego o arma blanca, siempre con la idea de “ganar tiempo” para escapar, y no quedarte peleando o desarmando al pequeño criminal. La realidad es que si lo atrapas y lo llevas a la comisaría, posiblemente salga en libertad antes que tu puedas irte de la comisaría luego de haber hecho la denuncia.

No te pongas a intentar “convencer” al niño de lo mal que está procediendo, y de que así no va a tener futuro y bla bla bla. Lamentablemente, muy posiblemente eso no le importe. Muchos siquiera no esperan vivir más allá de los 20 años. Es una dura realidad. Tu objetivo es volver a tu casa “entero”, no re-educar al niño ese. Si quieres luego hacer una obra de bien, dona dinero o tu tiempo a una comunidad terapéutica para niños.

PREVENIR. Esa es la clave. Te aseguro que un poco más de consciencia de tu entorno, de conocer sobre modos de operar, de escuchar a tu intuición y de no tener ningún reparo en escapar y correr, te salvará muchos dolores de cabeza (y posiblemente tu vida).

Buena suerte.

Lic. Marcos Castro

“Fortificando” nuestro hogar con poca inversión

Si bien existen modernos dispositivos de seguridad (sobre todo electrónica) que tienen un costo elevado, y que si está dentro de nuestro alcance vale la pena contar con ellos, es posible también hacer de nuestro hogar un lugar mucho más seguro invirtiendo muy poco dinero.

Existen 3 capas de seguridad en tu hogar:

  1. La primera es la que va desde la vía pública hasta el frente de tu hogar y que es visible por todos.
  2. La segunda es la que va desde la puerta de tu hogar hasta donde te encuentras si alguien ingresa, y que debe alertarte con tiempo si hay intrusos merodeando.
  3. La tercera es dónde protegerte si alguien ingresó, hasta que llegue el personal policial.

Para la primera capa, la idea es “disuadir” a cualquiera que esté pensando en ingresar a tu hogar sin tu permiso. Para eso, buenas ideas son:

  • Tener todos los accesos bien iluminados. Comprar unas buenas luces en una ferretería no es costoso. Y para aquellos lugares donde no es necesario que estén siempre iluminados (el fondo de tu casa por ejemplo), es muy buena idea comprar faroles que se enciendan al detectar movimiento. Son económicos y muy “molestos” para cualquier delincuente. La clave está en que no tenga ningún lugar para poder trabajar cómodo y escondido.
  • Colocar un cartel de “cuidado con el perro” y dejar algunos juguetes de perro esparcidos por más que no tengas ninguno, siempre es disuasivo.
  • Poner cortinas para que no se vea desde afuera también es importante. No te imaginas desde cuán lejos puede llegar a verse el interior de tu hogar en ciertas horas del día.
  • También es buena idea tener “timers” (temporizadores) para que la TV, cafetera, radio e inclusive luces, se enciendan y apaguen automáticamente en un determinado momento, dando la sensación que el hogar está habitado. Estos dispositivos son mucho más económicos de lo que crees.
  • Por supuesto, unas buenas rejas o una puerta sólida con mirilla siempre ayuda, aunque ahí estamos hablando de otro nivel de inversión pero se justifica.
  • Por último, tener algunas cámaras “de juguete” que simulen un circuito cerrado de TV, siempre es disuasivo, y el famoso cartel de ALARMA por más que no tengas, también da que pensar a cualquier delincuente.

Para la segunda capa de seguridad, también podemos invertir relativamente poco dinero y fortificar nuestra seguridad. Algunas ideas son:

  • Laminar los vidrios o ponerle reja, inclusive los vidrios del segundo piso. La lámina permite que si alguien golpea el vidrio, se resquebraje pero quede unido, por lo que hace ruido pero no permite el acceso. Estas láminas se pegan en el vidrio y por ejemplo 3M tiene algunas de las mejores del mercado. Los vidrios siempre son el “punto débil”. IMPORTANTE: estas láminas no blindan el vidrio. No resisten impactos de bala, y si el delincuente sigue golpeando, sacará el vidrio completo a golpes, pero lo importante es que necesita bastante esfuerzo, tiempo y hace ruido.
  • Colocar unos buenos cerrojos (o candados para puertas traseras) en las puertas. Evita esos con cadenita ya que son muy débiles. Aferra bien un buen pasador a la pared (no al marco) y con tornillos largos. Coloca “mirillas” en las puertas que permitan ver 180º, así no tienes que abrir la puerta, o bien un portero eléctrico con cámara.
  • Coloca una buena alarma con sensores de movimiento. No es necesario contratar una alarma monitoreada (aunque es recomendable) pero un buen kit de alarma no es tan costoso como crees. La idea es que haga mucho ruido (y luces si es posible) y te avisen del intruso. Todas las ventanas (incluyendo la del sótano) deben estar conectadas.
  • Las puertas que dan hacia el exterior, deben ser macizas. No te imaginas lo fácil que es romper una puerta hueca. La apertura debe ser hacia dentro del hogar para que las bisagras no queden expuestas y sea difícil quitar la puerta completa.
  • Por último, un buen perro siempre ayuda. Uno que sea guardián (no necesariamente grande), con un buen ladrido que sea molesto y te avise si algún intruso está tratando de ingresar. Con alimento y agua puedes tener un excelente compañero, y conseguirlo gratuitamente.

Finalmente, la tercer capa es cuándo el intruso ya está dentro. Aquí es importante el concepto de la habitación segura que podrás leer en otro artículo presionando aquí. La idea es escapar del hogar con toda la familia si sospechamos de un intruso, pero si no es posible, encerrarse en alguna habitación que sea lo más impenetrable posible, con cerrojos, un celular con buena señal, una linterna de buena calidad y mirilla al exterior. Si el delincuente llega hasta esa puerta, infórmale que “llamamos a la policía y estoy armado, andate de mi casa antes que venga la policía” (por más que no estés armado en serio).

Estas son algunas ideas sencillas, de rápida implementación y a un bajo costo, para aumentar exponencialmente la seguridad en tu hogar, tu lugar más íntimo. Cualquier inversión se justifica para proteger a tu familia, pero afortunadamente no se necesita gastar tanto dinero como crees.

¡Manos a la obra!

Lic. Marcos Castro

La determinación de sobrevivir

Este año quisiera enfocarme en una característica que poseen las personas que, muchas sin entrenamiento en defensa personal, han sobrevivido a las peores situaciones de violencia, y esa característica es: la determinación de sobrevivir.

Esto es más importante que cualquier técnica, táctica o arma. La motivación para “aguantar” el dolor, no rendirse, sacar fuerzas de cualquier lado y sobreponerse. Ser un experto sin tener esa actitud de sobreviviente, no sirve para nada.

Conozco más gente que ha sobrevivido sin saber métodos de defensa personal, que gente que sabiendo ha sobrevivido.

Y habiendo tenido cientos de alumnos, me doy cuenta que poca gente tiene esta actitud. Muchos son buenos técnicamente, pero tengo mis dudas si podrán sobrevivir a una verdadera situación de violencia extrema, y esto se convierte en una de mis peores preocupaciones como Instructor.

La gente que sobrevive, acepta la realidad que le está tocando vivir, tiene la capacidad para dejar de lado el dolor, tiene el profundo convencimiento de que “va a volver a su casa a estar con su familia” sin importar por lo que tenga que atravesar. Sabe que va a ser duro pero no es imposible. Su determinación se siente, se percibe.

Entonces, para un criminal se torna muy difícil pelear contra alguien así. De pronto se da vuelta la ecuación víctima – victimario, y muchas veces es el criminal que termina escapando despavorido.

De los varios casos que conozco de gente que ha sobrevivido a hechos de violencia, utilizando sólo su “determinación de sobrevivir”, me viene a la mente el caso de una estudiante universitaria que estaba durmiendo en el campus de la universidad. De pronto se despertó al sentir que algo se apoyaba en su cama. Cuándo abrió los ojos vio a un hombre con los pantalones bajos, sentado al borde la cama con un cuchillo en su mano y acariciándole la pierna.

Ante semejante escenario, la víctima intentó gritar pero este hombre se subió encima de ella, le tapó la boca con su mano y le puso el cuchillo cerca de la cara para intimidarla aún más.

La mujer, decidida completamente a sobrevivir a ese hecho de violencia y no dejarse abusar, sin dudarlo tomó el filo del cuchillo con una mano (sí, el filo del cuchillo) y comenzó a lastimar al hombre con la otra mano.

Por supuesto su mano comenzó a sangrar, pero ella no sentía dolor, ni le importaban los daños a su mano. Lo único que tenía en mente era “este hijo de puta no va a poder conmigo, violarme va a ser lo más difícil que hayas hecho en tu vida”.

El hombre en la desesperación de defenderse, y al no poder volver a tener dominio sobre el cuchillo (que estaba aferrado con toda la fuerza por la víctima) optó por soltar todo y escapar. Pero al tener los pantalones bajos, no podía correr rápidamente.

Entonces la mujer en su estado de furia, se le abalanzó encima y le clavó el cuchillo en el rostro.

La situación se había revertido completamente. El mensaje que le había dado ella era tan fuerte, primitivo, profundo (“no me importan los daños, ni el dolor. No vas a poder conmigo y voy a lastimarte mucho”) que el criminal instintivamente trataba de escapar y… sobrevivir.

Finalmente logró escapar dejando un rastro de sangre por todo el lugar, y ella sobrevivió sólo con lesiones en su mano.

Esta historia real no es un ejemplo de técnicas para desarmar a un criminal (en efecto, no sugiero agarrar el filo del cuchillo), pero sí de la “determinación de sobrevivir”.

Esto es algo que algunos lo tienen innato, y otros tienen que desarrollar. Pero eso es más importante que cualquier técnica y es lo que le falta a muchos practicantes que el aspecto técnico lo tienen mas o menos resuelto.

Aceptar la realidad. Tener en claro por qué pelear y por qué NO pelear. Tener la decisión de sobrevivir tan profundamente arraigada que no importe el dolor (en efecto, no suele doler bajo el efecto de la adrenalina y el caos de la situación). Convertir el miedo (que va a existir, y es justamente lo que te lleva a protegerte) en indignación, y eso en motivación. Ser positivo.

La gente que tiene esa determinación por sobrevivir, ya tiene gran parte del problema resuelto. Si además le sumamos conocimientos técnicos realistas y efectivos, estamos frente a un nato sobreviviente. Y eso me deja tranquilidad como Instructor.

Lic. Marcos Castro
Extracto del Libro “Actualización en Defensa Personal 2009” (Palabras Finales)